Septiembre trae consigo un aroma especial.
En las bodegas, la vendimia marca el inicio de un nuevo ciclo: días intensos de trabajo, de cuidado y de emoción por lo que vendrá. En los eventos ocurre algo muy parecido: semanas de preparación, detalles afinados y la ilusión de crear algo irrepetible.
Quizás por eso siento que mi camino entre estos dos mundos no es casualidad.
Mi formación vinícola —el Máster en Dirección y Gestión de Bodegas, el diploma WSET II, el aprendizaje en Burdeos, las masterclass de grandes referentes— me permite comprender las preocupaciones, los retos y el lenguaje de las bodegas. Y mi experiencia en la producción de eventos me da las herramientas para convertir espacios, ideas y momentos en experiencias que emocionan.
El vino y los eventos comparten alma: ambos buscan generar vivencias que permanecen mucho más allá de lo tangible.
Un evento, como un buen vino, necesita mimo, paciencia y estrategia. No se trata solo de organizar, sino de crear un recuerdo que acompañe a quien lo vive.
Este fin de semana lo comprobé de nuevo en Finca Villacreces, con el concierto de La Caja de Pandora. Allí, entre viñedos, la música y el vino se dieron la mano para regalar una noche mágica al público. Unir la autenticidad de una bodega con la fuerza de un directo es una de esas combinaciones que nunca se olvidan.
En Clave de E nace precisamente de ahí: de la convicción de que los eventos pueden ser tan memorables como una gran añada. Porque al final, tanto en el vino como en la vida, lo importante es brindar por los momentos que se quedan con nosotros.
¿Lo hacemos?
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